Ideas que dan cuerda al mundo: el poder de las experiencias

 

Este texto lo escribí en un avión

Mientras hacía mi maleta por última vez después de un año de viajar con la mochila al hombro, hablaba con un amigo sobre las ventajas de viajar ligera y consumir menos para vivir más.

Al viajar una temporada larga uno aprende rápidamente a dejar. A dejar ir personas, oportunidades, lugares y cosas. Desde San Francisco hasta Barcelona, pasando por varias ciudades asiáticas y hasta Moscú; en cada lugar dejé algo mío, literalmente. Libros (Murakami abandonado en un aeropuerto), bolsos, camisas, zapatos (mis converse favoritos), chaquetas (la mejor del mundo), artículos de aseo personal, jeans, teléfonos móviles, sleeping bag, ropa interior, gafas de sol, cosas inútiles, cosas esenciales,  de todo.

Al final, aprendí a viajar con una maleta de 45 litros (10 kilos) y otra pequeña para mi laptop y cosas de equipaje de mano. La gente siempre me miraba asombrada “¿ese es todo tu equipaje?” sin imaginar  todo lo que tuve que pasar y cuestionarme para aprender a andar ligera.

La roja, enoooorme se llamaba Monstruo. La dejé en el camino y la cambié por «la negrita» compañera fiel.

Desde descubrir por primera vez qué significa un dolor de ciática, pagar sumas absurdas por mi maleta en aerolíneas de bajo costo, pasar rabietas por no querer cargar el peso, hasta darme cuenta que realmente no se necesita tanto para andar por el mundo.

Todo lo anterior se puede resumir en dos acciones esenciales que aprendí a fuerza de errores: tirar y decidir cómo y para qué guardo lo que conservo.

Y creo que al final, son cosas que aplican para todo en la vida. Porque de ahí en adelante no he hecho más que aplicarlas en mis relaciones, hábitos, acciones y omisiones.

“Aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero”  Antoine de Saint Exupery

Cuando se viaja sin tiquete de regreso es casi imposible pensar en la compra de un souvenir. Aunque se trate de objetos imposible de conseguir en otro lugar del mundo: prendas únicas, objetos artesanales, postcards, pinturas, fotografías, objetos extraños y curiosos, cositas irresistibles e inútiles, especias, en fin; recuerdos que le digan al mundo yo-estuve-ahí .

Mientras viajas, lo que compras lo cargas. Mientras vives, lo que decides lo cargas.

Hacer la maleta aunque es una acción que hace mucha ilusión es algo tedioso cuando se vuelve parte del día a día. Empacar, desempacar, doblar, enrollar, acomodar cada mínima cosa como si fuera un Tetris.

Al final uno termina haciéndose siempre la misma pregunta ¿por qué si tengo lo mismo o incluso menos esta maleta siempre resulta pesando más?

Viajar ligera, me ha llevado también a plantearme temas de autoestima:

¿Cuántos productos de autocuidado, cosméticos o de belleza necesito realmente para sentirme bien conmigo misma?

¿Cuántos pares de zapatos o prendas de ropa necesito en mi mochila para aceptarme tal cual soy y para interactuar con el mundo tranquila, estando segura de quién soy independiente de lo que yo lleve puesto?

Museo de la Guerra, Vietnam

No es que viajando me haya vuelto más hippie o que ahora haya entrado en la moda de no depilarme las axilas, no. Aunque de media hippie (como me llamó una argentina en Rusia) siempre he tenido un poquito y si bien estuve poniéndome los mismos shorts , blusas y el mismo vestido durante el año que duró mi viaje me sigo derritiendo por la moda y el vestuario.

Pero evidentemente después de haber pasado unos meses de aquel viaje sin tiquete de regreso, ahora ya cómoda en mi ciudad natal Medellín me doy cuenta que estando aquí necesito muchas más cosas. Me preocupo mucho más por mi apariencia de lo que llegué a preocuparme durante un año viajando.

Mientras viajo emerge en mí una tendencia natural al desapego y una increíble comodidad en el minimalismo. ¿Por qué en la quietud comienzo irremediablemente a acumular cosas? Y más que acumular ¿a gastar en cosas?

Así que mientras venía en el vuelo de regreso, miraba el espectáculo de atardecer que Barcelona me ofrecía como ritual de despedida y yo, fantaseaba con un mundo donde el materialismo perdiera terreno.

Regresaba con mi pequeño equipaje que al final llené de libros y pensaba en las cajas de ropa y zapatos que me aguardaban en casa con olor a polvo. Ansiaba un cambio de look, obvio. Pero no era algo que necesitara para inspirarme, para vivir, ni para crear.

Pensaba también en las chicas de mi ciudad para quienes es tan importante escanear y ser escaneadas de arriba a abajo por los demás al llegar a un lugar, con tal de dejar una buena primera impresión. Más que autenticidad es una cuestión de aceptación por similitud. No ser el patito feo. Pero ¿acaso no llega un momento en que adquirir cosas y cosas es más motivo de estrés que de placer?

Aunque -asumámoslo- a la mayoría nos gustan nuestras posesiones. Hay objetos que cuentan historias, hay objetos cuya belleza genera placer.

Una vez  leí algo de Marie Kondo en el que mencionaba que nunca tiraría un objeto que al tocarlo le de felicidad. El mejor criterio para saber qué conservar es descubrir si te va a dar alegría, decía. Pero con el tiempo he ido confirmando que hay algo que me genera ese tipo de felicidad: las experiencias.

Una casa ordenada es un estado mental

El haberme ido por un tiempo como mochilera es algo que me ha dado y me sigue dando muchos aprendizajes. Pero aquel que quiero resaltar en este Post es que aprender a deshacerme del peso en el equipaje -literal y metafóricamente- significó para mí, eliminar todas o muchas de las cosas que me distraen de aquello que es importante en mi vida.

Así como muchas veces mi habitación es un desastre mi mochila también lo fue y entonces, sabía que tenía que dejar ir algo y tomar decisiones. Y eso en mucha medida tenía que ver con mi estado mental: esa lucha por el equilibrio que Rumi bien describió “Life is a balance of holding on and letting go”

Dejar ir, conservar lo esencial, abrir espacio para que llegue lo nuevo.

El día que hice Puenting y abracé el vértigo

 

Creatividad y minimalismo

He pensado mucho acerca de estas dos palabras. Me obsesionan y por tanto a veces me parecen lejanas. Basta con darle una mirada a mi escritorio que de minimalista no tiene nada, aunque creatividad, de esa siempre y que no falte.

Al viajar entendí que lentamente he comenzado a ser parte de esa tribu para quienes es más importante consumir experiencias que objetos y creo que buena parte del mundo comienza a girar en torno a esa tendencia ¿cambio de paradigma? Ojalá…

El otro día leí que El Museo del Louvre recibe más de nueve millones de visitantes al año (es el museo más visitado del mundo) y en comparación un Centro Comercial de tamaño medio-grande de cualquier gran ciudad de Latinoamérica puede acoger esa misma cifra de visitantes o incluso más ¿Qué es lo que nos mueve realmente?

¿Y en qué punto se encuentra el minimalismo con la creatividad?

En el punto en el que dejas de invertir tiempo, dinero y energía para comprar algo tan tangible como una cosa material para invertirlos en abrirte a experiencias novedosas  que potencialicen tus talentos y habilidades.

“Si quieres resultados diferentes haz algo distinto” Las ideas no llegan a nosotros por gracia divina, para ser creativos se debe recorrer un camino de aciertos, desaciertos, búsquedas y, ojalá, encuentros. Hay que estar dispuestos a experimentar.

Vía Pinterest

 

 

Mantenerse sin exceso de equipaje en la vida implica

  • ser consciente de las cosas que poseemos,
  • de las relaciones que generamos,
  • de las cosas que compramos
  • y de cómo invertimos nuestro tiempo.

Es un estilo de vida que valora las experiencias por encima de los bienes materiales.

¿Qué se necesita?

Consciencia.

Deshacerse de las cosas y de los hábitos que ya no nos funcionan requiere compromiso. Hay que decidir qué dejar ir o qué dejar de hacer y qué mantener o aprender.

Lo cual puede ser mentalmente agotador… toma tiempo. Una vida como mínimo.

Chiang Mai, Tailandia

Algún día significa nunca

El planeta comienza a quedarnos pequeño. Nos reproducimos en un planeta con problemas tan graves como el cambio climático, la extinción de especies y zonas protegidas. Seguimos pidiendo bolsas de plástico y pitillo en el bar. Las cosas de plástico vienen empacadas en plásticos. Hay bolsas para las bolsas, inventos inútiles. Nos auto aniquilamos en la producción y consumo de combustibles fósiles y seguimos esperando a que algún día alguien más haga algo.

Hemos cabalgado durante siglos sobre el consumo desenfrenado de comprar – acumular- tirar. Me genera escozor ver esos programas de Discovery Channel sobre acumuladores compulsivos.

En la decisión de consumir menos se mezclan argumentos ecológicos, lógicos, políticos, económicos, sociológicos, y hasta estéticos.

 

Stuffocation

Hace poco leí apartes de un libro llamado Stuffocation. Altamente recomendado. En él, James Wallman hablaba de esta necesidad de consumir menos que a todos nos cuestiona en algún momento. El hambre de renunciar o al menos degradar la importancia de las cosas materiales no es exclusiva de la modernidad.

Estas preguntas no son preguntas de Millennials o Treehuggers.

Hay en el mundo un montón de gente haciéndole resistencia al canto de sirena que hay en la ilusión de ser el dueño de muchas cosas. Hay ahí una caída libre hacia un aburrimiento absolutamente inimaginable

¿Qué harías entonces en lugar de amontonar cosas?

Algunas personas adoptan el «minimalismo», y se jactan de tener pocos objetos. Pero ya hablamos de que los objetos a veces son interesantes, útiles, o nos sirven de vehículo para interactuar socialmente así que ¿Por qué restringirse exageradamente?

Otras personas – a quienes admiro bastante y aquí se me sale la niña hippie-  optan por la «vida simple»: el sueño de mudarse a una cabaña de montaña y cultivar su propia huerta, tener cabras y ser zero waste. Bueno… a veces esa vida simple, es absolutamente complicada para muchos.

Una tercera manera de resistir es ser un “Renuncié y no me he muerto de hambre” y decirle «No, gracias» a las perspectivas de, por ejemplo, hacer carrera, tener casa, carro, beca y la promoción a un trabajo que ofrece más dinero, pero menos tiempo para relajarse leyendo o viajando con la familia. Esta créanme, es complicada de vez en cuando. No querer ser un consumista recalcitrante no significa que uno no quiera solvencia económica.

En mi obsesión con este tema (me obsesiono por temporadas) la mejor respuesta, la encontré precisamente en este libro que les menciono y es… ¡Taaaarán! El Experimentalismo. Es decir, centrar la vida en tener experiencias agradables en lugar de adquirir más materia.

Vietnam, Navegando el Mekong

Según Wikipedia Experiencia es  una forma de conocimiento derivada de la observación, de la vivencia de un evento o proveniente de las cosas que suceden en la vida. Pero también tiene que ver con la palabra experimento: probar, ensayar.

Consumir experiencias tiene más probabilidades de conducirnos a la felicidad que una vida enfocada a lograr adquirir cosas. Aunque  queda la pregunta ¿Qué es exactamente la felicidad?

Y como todo en este universo es sincrónico, la respuesta me llegó a través de uno de los seres que más admiro, en un documental llamado La teoría sueca del amor (véanla):

“No es verdad que la felicidad signifique una vida libre de problemas. Una vida feliz implica aprender a superar los problemas, hacer frente a los retos, lo intentas y te esfuerzas. Y entonces llegas al momento de felicidad cuando ves que has podido controlar los retos del destino. Y es justamente esto: la felicidad de haber superado las dificultades” Zygmunt Bauman.

El arte de vivir creativamente: una operación de sustracción

En la escritura suele decirse que menos es más. En la cotidianidad encontrar la belleza en medio del caos significa normalmente,  ir hacia lo sencillo, y es algo que genera una sensación de libertad enorme ¿acaso no lo hemos experimentado?

Levantarnos temprano y salir al mundo no nos hace inmediatamente unos meros consumidores o clientes pero así funciona este siglo y para ser parte de él sin sentir que nos ahogamos podemos al menos ser cada vez más selectivos y activos al elegir qué consumimos.

Ese también es un acto revolucionario frente al funcionamiento del mundo que tantos nos cuestiona a muchos.

Al igual que elegir con consciencia lo que se consume pienso también en la slow life.  En que simplificar tiene que ver también con las actividades en las que nos involucramos y el estrés y crisis de identidad a lo que ello conlleva. No hay que hacerlo todo no tenemos que verlo todo y mucho menos no todos se tienen que enterar de todo.

La vida de Walter Mitty

Identificar lo esencial y restar lo que estorba.

No nos digamos mentiras ¡nuestro cerebro adora el piloto automático! su tendencia natural es repetir, su tendencia natural es repetir. Repetir las mismas decisiones de ayer o la semana pasada y en cuanto le damos algo distinto espera pacientemente a que nos descuidemos y ¡zas! repite los mismos hábitos de ayer.

El problema es que,  en lugar de pensar las cosas por nosotros mismos, dependemos de lo que piensan los demás.

Koh Phangan, Tailandia

10 Ideas para dar cuerda:

  1. Es muy importante que nuestra manera de habitar sea sensible a nuestro planeta, porque está al borde de una catástrofe ambiental. Todo lo que hacemos, ya sea nuestros alimentos, hábitos y diseños, debe abordar esta realidad. El tipo de vivienda que elegimos es el lugar desde donde tenemos la capacidad de reducir las huellas ambientales.
  2. Creo que la filosofía de hacer más con menos se puede aplicar a casi cualquier situación como: la escritura, las estructuras familiares, fotografía, moda, lugares de trabajo, hoteles…
  3. Tratemos de buscar proyectos y socios que estén motivados por hacer el bien en el mundo. Que quieran hacer algo más que ganar dinero.
  4. Una buena noticia es que si durante un tiempo se actúa con consciencia y algo de fuerza de voluntad en adoptar nuevos hábitos el cerebro hará suyos estos nuevos hábitos.
  5. Detecta qué te gusta y hazlo por favor.
  6. Estudia talleres, diplomados, cursos o lo que sea al menos una vez al año. Son ese tipo de cosas las que incorporar nuevas ideas

    Mi escuela de Yoga y Chi Kung en Tailandia
  7. Vacía los armarios, haz una venta de garaje o intercambia cosas con amigos una vez al año y haz limpieza. Saca de tu vida todo aquello que no hayas utilizado en los últimos 12 meses
  8. Acostúmbrate a pagar por conocimiento y por eventos culturales y artísticos.
  9. Si vas a comprar cosas intenta comprar «productos experimentales» como instrumentos musicales, libros o cosas que detonen tu creatividad y salud. Y por supuesto compra local, a granel, productos orgánicos y ecológicos (que sigan la lógica de la tierra no de la industria).
  10. Emprende un proyecto creativo una vez al año: aquí te doy una idea: https://carolinachavate.com/lo-que-escribo/como-comenzar-el-ano-sacando-adelante-un-proyecto-creativo-acerca-de-the100dayproject

 

11 comentarios

  1. Graciad a este texto veo que no soy el unico «loco» en el mundo que piensa exactamente asi!

  2. Muchas gracias por escribir, me encantó leerlo todo.

    No quería que acabará .

    Muchas gracias por tan buenas reflexiones, bien pueden ayudar a recordar con que hay que sintonizar.

    🙂

  3. Estaba escribiendo un texto con respecto al despojo de lo material y de los apegos, debido que voy a emprender un viaje sin regreso… y di con tu texto que leí apasionadamente y resumió todo lo que estaba sintiendo… lo que no puedo controlar (o explicar al resto de los mortales). Ojalá pueda ponerlo en palabras tan bien cómo tu lo haz hecho.

    Forjando el nuevo paradigma

    Gracias totales!!!

  4. Me encanto . Estoy tratando de desapegarme de tantas cosas que voy cargando pero que aún me duele dejarlas .

  5. El proceso es doloroso, te entiendo pero el punto no es dejar ir… a veces el punto es relacionarnos distinto con las cosas. Un abrazo, Caro.

  6. Espero que este texto te de luces para lo que te espera en ese viaje. Son caminos de muchos aprendizajes que requieren que viajemos ligeras.