Kilómetros de papel: 9 meses viajando sola

A year ago

En 9 meses ocurren muchas cosas si se tiene en cuenta que basta un segundo para que la vida cambie o se acabe. Podría haber dado a luz un bebé, conseguido un empleo, obtenido un ascenso. Podría estar acabando un máster, estar casada y hasta divorciada. Podría haber comprado una bici eléctrica, un sofá, muchos libros y ropa nueva y aún así tener más dinero del que tengo ahora en la cuenta de ahorros. Podría tener más lágrimas de reserva en mi tanque interno de agua salada, menos cansancio, el pelo más brillante e hidratado; podría incluso ignorar la palabra nervio ciático y fascitis plantar. Podría haber hecho todo lo que no he podido hacer por estar viajando, en lugar de haber hecho todo lo que he hecho por estar viajando.

Los días del no-tiempo en Marte
Los días del no-tiempo en Marte (Almería, España)

-¿Qué estabas haciendo hace un año? -Me pregunta mientras pide el tercer café y aunque casi me dobla la edad  “se parece tanto a mi” pienso; mientras me antojo de acompañarla con una taza más.

-¿Qué te preocupaba? (What were you worried about a year ago?)- y se me queda mirando.

Recuerdo que alguna vez leí que existe la teoría de que, si anhelamos hallar un maestro con la suficiente sinceridad, las moléculas del destino se reorganizan y nuestro camino se cruzará con el del maestro buscado. Mientras sostengo mi mirada en sus sudafricanos ojos azules, pienso en eso. Mi  tantra yoga teacher, una de esas maestras que cruzó caminos conmigo en Tailandia.

-Esto- le respondo-This… Donde This significa viajar, ir al otro lado del mundo a romperme la piel en pedacitos de azúcar seco y  ponerme un traje nuevo.

No resisto la tentación y pido otro café para mí, el segundo café de la mañana y la película hace flash-back: ferris, aviones, llantos, océanos, sonrisas enormes, horas al teléfono, explosiones, montañas, cambios de clima y estaciones,  kilómetros de distancia, la tierra desde arriba, idiomas extraños, implosiones, hilos rojos que salen de un pecho y se anudan a otros en cadenas infinitas, dos gatos; uno vivo, uno muerto. La familia, los amigos, él, la celebración, la abundancia, los planes, el sueño de un viaje.Y, otra vez yo. Aquí. Flash-forward sentada en una mesita de un balcón modesto desde donde se ve el mar.

Me duelen las manos, la derecha, la de escribir. «El túnel carpiano es común en personas entre los 30 y 60 años» dice Google. Yo tengo 28 mayos de vida y tengo la mano derecha -la de escribir, la de decidir- entumecida. Hace un año no me dolía la mano, pero me dolía la barriga porque ansiaba estar aquí, aunque no sabía que iba a estar recordando el allá. A year ago. El tiempo no existe.

Niña de la tribu Hmong. Sapa, Vietnam
Niña de la tribu Hmong. Sapa, Vietnam

El arte de la ganancia inesperada

A estas alturas de la vida me pregunto qué diamante estoy puliendo, son casi 10 meses lejos de casa. Al hacer las cosas la intención se me ha ocurrido en el intento, es decir, me la he pasado improvisando. Desde un punto de vista retrospectivo en el que ingenuamente solía mirar el mapa, ya debería haber recorrido 10 países, uno por mes. Y no lo hice por tres razones:

  1. Porque no tiene sentido: Viajamos para satisfacer la curiosidad de otros lugares, su cultura y su gente. Para asombrarnos de la diversidad, lo que pasa al viajar rápido es que por estar fotografiando cada templo o monumento, uno se pierde de los detalles que hacen de cada lugar algo único. Viajar lento permite fabricar recuerdos, causas y consecuencias. Nunca cambiaría la vida que viví durante  5 meses  en una isla en Tailandia por 5 meses de turismo frenético por muchos países, que además es mucho más costoso y desgastante.
  2.  El efecto transformador de los viajes:  La velocidad es una manera de no enfrentarse a uno mismo. De distraerse y no enfrentar lo que duele, las emociones de raíces antiguas, lo que le pasa al cuerpo y a la mente y sobretodo; de evitar las preguntas importantes cuya respuesta es precisamente, lo que hace que un viaje sea «el viaje que me cambió la vida»
  3. El nomadismo: Mucho se habla del nomadismo digital mientras se viaja. Aquellos viajeros que nos quedamos días enteros en un café trabajando en la laptop para llegar a fin de mes y generar proyectos a través de la virtualidad para poder vivir y sobrevivir. El nomadismo es un estilo de vida que implica un constante movimiento sin echar raíces. En la época del nomadismo nuestra especie vagaba por la tierra buscando alimento, un mejor clima y medios de subsistencia. Para mí el nomadismo en estos tiempos, es una cuestión de dejarse estar en un lugar para aprovechar la energía disponible: sea hallar inspiración, conocer personas que parecen destinadas a cruzarse en mi camino, aprender algo nuevo o  explorar posibilidades de trabajo.

Desde el punto de vista del héroe que de algún bolsillo de mi mochila ha emergido, he vivido 9 vidas y 8 muertes y el ciclo es exponencial: Siempre, siempre, siempre, una cosa llevará a la otra.

Atarcer en Almaría, un planeta de España
Viendo el sol ponerse desde Marte. Momento congelado por compañero de viaje extraterrestre @gonzbarroso https://www.instagram.com/gonzbarroso/

 La soledad en el extranjero

Te quiero, la calle está oscura y hace tiempo frío. La cuenta bancaria se infla y se desinfla como un acordeón. Me pierdo en el mapa y no estoy de humor. Hoy no. Millones de extraños y solo a ti te extraño. Mamá en el teléfono no es lo mismo que mamá en un abrazo. No sé qué hago aquí. «¿Dónde está mi hogar?» Pregunta una amiga canadiense en una fogata que hacemos después de clases y llora “Where is home?” “No sé qué hacer con mi vida” dice. Yo tampoco, yo tampoco, yo tampoco. Le respondemos.

De tanto estar solos, la soledad nos junta. Nunca me he sentido tan sola y al mismo tiempo nunca he estado sola. Lo que pasa con la soledad en los viajes es que de ella no se puede escapar. Llega como un regalo y hay que invitarla a pasar o a dar un paseo, escucharla, darle café o papel y lápiz. Luego ella misma, como por magnetismo, detecta otra soledad y ellas se juntan. Elegimos a la gente que dejamos entrar a nuestro mundo.

He tenido las conversaciones más trascendentales de mi vida con gente con la que he hablado por 40 minutos y que estoy segura, nunca más, volveré a ver. Le he contado mis  secretos e intimidades a desconocidos que se han esfumado con los primeros rayos del sol. He conocido maestros sin título universitario, cuenta de instagram, ni blog.

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Templo budista en Vietnam

La soledad por momentos embriaga, he llegado a creerme invencible. Por momentos es hastío, tomar una decisión sin interlocutor por ejemplo, sin nadie que te corte el monólogo interno: ¿jugo de melocotón o de naranja? ¿de melocotón o de naranja? ¿y qué tal de sandía? ¿España o Cambodia? ¿Y qué tal Marruecos? No Cambodia no ¿y por qué no? ¡ay mirá, un gatito!

Ser un punto en el mapa, sin ninguna otra referencia más que uno mismo diciéndose «usted está aquí». Ser un tren que parte o una visa estampada en el pasaporte con fecha de expiración… ser ese sello que dice «válido hasta», ser una nacionalidad prohibida. No poder saber cuánto se ha avanzado y que eso no importe porque ¿Cómo se viaja? ¿En círculos? ¿En línea recta? ¿En espiral?

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Cosas que he aprendido

  1. Una extraordinaria habilidad para convertir  la adversidad en motivación, es decir, los tres kilos de cerebro que poseo los he estado entrenando para algo más que estar divagando en miedos sobre el futuro y malas experiencias. Se había vuelto perezoso y no le gustaba cambiar de perspectiva y aunque aún no está totalmente perfeccionado, hemos aprendido a meditar.
  2. He recuperado mi risa. Ayer mientras explotaba en carcajadas por una tontería y sentía un efecto de bienestar en mi cuerpo pensé que me he encontrado gente tan graciosa, con sentidos del humor pervertidos, negros, inocentes y finísimos y he presenciado tantas escenas espectaculares para morirse de la risa que me siento más joven. Pero no es solo eso, me he reído con gente con la que no me he podido comunicar en otro idioma y las carcajadas han sido un lenguaje universal.  Yo misma he liberado mi carcajada, no sé cómo. Tal vez estando presente en los  juegos de palabras, en dejar ser a los demás para que me sorprendan o acudiendo al sarcasmo para adaptarme a cualquier situación.  O tal vez, es que el sentido del humor está relacionado con la calidad de vida y yo creo que nunca quiero envejecer. En cualquier caso, río cada día, ¿puede haber algo mejor en la vida?
  3. Saber buscar. Hay lugares que te dan cosas muy difíciles de apreciar a corto plazo. Tengo una brújula interna para encontrar los mejores lugares para contemplar atardeceres, hacer amigos reales y sinceros en menos de 24h y encontrar callejones sin salida.
  4. Soy la exploradora de un pequeño planeta que llevo a todas partes: yo. Una fuente inagotable de torpezas, ensimismamientos, despistes y errores. Pero está bien, porque si aplico el punto dos y me río de mi misma, me la paso genial y tengo una historia para contar como el día en que me robé un móvil por error.
  5. ¡Tolerancia divina! dormir en hostales, las largas esperas, la incertidumbre, la suciedad, la burocracia, la diferencia de costumbres, la diversidad. Hay cosas que antes me volvían un demonio de Tasmania y ahora simplemente acepto.
  6. No pensar en lo que no quiero que pase. He aprendido que los pensamientos son al cuerpo como las ondas a un radio. La consciencia emite la información que afuera se manifiesta. «Lo que crees, creas»
  7. La utilidad de la impermanencia.  Cuando algo me incomodaba solía pensar «a qué horas se acaba esto» o «a este rarito no le voy a hablar» Viajar es a los prejuicios como dinamita a un edificio. Al rendirme a los momentos con curiosidad e inocencia hablo con cualquiera -que a veces ese cualquiera solo necesita ser escuchado- y hasta en las peores situaciones me digo: «Relax, algo tendrá esto para enseñarme… total, esto también pasará» vietnam mekong

El poema de los átomos

 

«Dicen los científicos que estamos hechos de átomos,

 a mí me dijo un pajarito que estamos hechos de historias»

 Eduardo Galeano

Me la he pasado conociendo gente de todo el mundo. Conversando con genios comunes y corrientes, sabios sin prestigio y sabios con mucho ego también. He leído mi horóscopo cada semana, he conversado con mi coach cada mes, he tenido momentos de profundo dolor y soledad. He tenido las experiencias más divertidas de mi vida. He visitado sitios célebres y sitios anónimos. He aprendido decenas de técnicas de  meditación; respirando, escuchando maestros orientales y occidentales, asistiendo a cientos de atardeceres, de Satsangs, Bhajans, Kirtans, sesiones de Rebirthing, de Chakra’s balancing,  kriyas, retiros, rituales, clases de yoga de todos los tipos. He sentido el honor de ser mujer. He comido en casa de desconocidos. He girado, saltado, en bailes, fiestas, celebraciones de tres año nuevo diferentes (Gregoriano, Chino y Budista). He hecho cursos,  workshops, círculos de mujeres. He leído en voz alta, he probado sabores que mi lengua no conocía. Me he hecho adicta a la variedad. He empacado cientos de mochilas, he perdido peso, he engordado, he abandonado más de 10 kilos de equipaje. He estado en fogatas, cenas, citas, bares, festivales, playas, trenes, aviones, aeropuertos, carreteras, campos de arroz, de olivos, viñedos, trekkings, roadtrips. He caminado por montañas de pantano en las que he resbalado solo para poder ver lotos y tréboles de cuatro hojas que sin caer nunca hubiera podido contemplar.

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Pasar fijándose. Sapa, Vietnam

He amado como nunca y he sido locamente amada. No estoy hablando solo de sábanas. He aprendido a amar mejor, a querer bonito, a amar pase lo que pase y sea lo que sea. He dejado de amar, he amado en libertad, he vuelto a amar con vértigo. En mi calidad de infrecuente, dispongo -creo- del derecho a describir lo que observo y enamorarme de ello porque soy adicta a la belleza.

No se puede tener todo, el camino es la mejor metáfora: Que nada me pertenece, que todos estamos de paso, que todo tiene su final, que viajar te vuelve más desapegado, que te acostumbras a irte y a dejar ir ¡pero, lo siento! estar de paso no te blinda el corazón… ni el cuerpo. Al final, de todo esto estamos hechos: de historias no de átomos.

Algunas frases flotan dispersas en mis libretas, las uno con un hilo de oro:

El poema de los átomos es la impermanencia.

Nada, nunca es como antes. Nada nunca es para siempre.

Hay un punto en donde todo, absolutamente todo, es risible.

Sin pantano no hay lotos.

Microscópicos acontecimientos, suman, restan hasta que abundantes jardines explotan en tu cara cualquier día.

Todo es un punto de partida.

Divertirse como loco.

Banda sonora, lo que escuchaba mientras escribía: https://www.youtube.com/watch?v=iRV90c_uWpQ

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13 comentarios

  1. Precioso e inspirador Carolina. Espero pronto lanzarme yo también a la aventura, a pelear cara a cara con los miedos, y ganarles.
    Un abrazo.

  2. Es casi trágico plantearse la misma pregunta para uno mismo «Qué estabas haciendo hace un año?», y aterrarse con la respuesta «en el mismo trabajo, frebte al mismo PC, y odiandolo con la misma intensidad». Es ironico leer una oda a la libertad de traje y con un tinto que es lo único que hace soportable la rutina. Sobre todo Caro, porque nada es para siempre y uno sabe que toda la inercia de la cotidianidad tiene que frenar algún dia, pero no sabemos (no se) dejar ir, dejar ir la seguridad de lo que dicen que deberia ser la vida. Gracias por tu texto y revivime un poco 🙂

  3. Qué orgullo me da leerte Carolina, felices aventuras, encuentros y desencuentros. Un abrazo

  4. Es hermoso e inspirador todo lo que escribiste 🙂 espero algún día poder viajar así como tú! Gracias por compartir un poco de lo que has vivido.

  5. Despues de leer con puntos y comas todo lo bello que escribes pienso: que bueno tener tu edad y tu fuerza, para vivir muchos de los momentos que haz disfrutado o llorado, para cuando llegue el fin, poder decir con absoluta tranquilidad. VIVI

  6. Es muy hermoso! Felicitaciones y gracias por compartir la profundidad de tu pensamiento y la poesía de tus sentimientos. Un abrazo!

  7. Hermosa y valiente Carolina .. Absolutamente inspiradora . Leer todo lo hermoso que escribes es vivir tus experiencias y sensaciones a través de tus palabras, es viajar a todos los lugares y momentos que describes sin avión y sin equipaje.
    Es oler, sudar, mojarse y saludar, reír, bajarse, perderse y empacar ….
    Todos queremos llegar allá , todos buscamos ese destino. Una fuerte abrazo. Luisa Fernanda.

  8. ¡Hermosas tus palabras y experiencias, Carito!… te recuerdo antes de irte, lo que hablábamos, lo que te preguntabas… Y te leo con alegría infinita, pues esa ansiedad que algún día estuvo en tu estómago, es ahora tu viaje, tus cielos en esos otros mundos, tu alma junto a esas otras almas…
    ¡Un abrazo muy grande para ti que has tenido el coraje de explorar, de amar, de soñar!… <3

  9. Totalmente inspirada y flotando por las nubes con tu bello escrito, Carolina! Gracias por compartir tan bellas experiencias y tan bellas letras <3

  10. Carolina:
    Hace algún tiempo me topé con uno de tus blogs y desde entonces me dieron ganas de retomar la escritura…es mi escape, mi trampolín y mi nube…viví en particular esta entrada porque yo amo viajar, y cuando lo hago, regreso siento una mujer con más fuerza y luz. Algún día tomaré mi molchila, mi cámara y mi bicicleta para recorrer momentos e historias.
    Eres inspiración y dan ganas de seguirte…
    Luz para tu camino.