27 Mayos

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RIP Hippie Frijolito

 

Ayer, recién llegó el blanco sol de la mañana, el gatito que habíamos adoptado (para protegerlo) amaneció muerto. Al atardecer, lo enterramos con velas y flores de manzanilla, con el color púrpura que suele llevarse todo al final del día.

Una malegría.

Un desprenderse.

Sigo sin entender del todo lo que debo procesar en esta vida con tanta muerte. Solo tengo sospechas porque la verdad se me da mejor entender lo que veo con mis ojos, amantes del mundo: tierra, fuego, agua, aire y humanidad… y eso que decir que entiendo la humanidad ya es bastante pretencioso.

A veces me da por creer, con cierta fuerza, en esa noción de que los seres nacemos muchas veces, y nos reciclamos en alguna forma terrenal dependiendo de si potenciamos nuestra capacidad de contracción o de expansión.

Quisiera, solo un poco, que ciertas cosas fueran como una piedra: inmutables.

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Mis pies contentos «dichosos sean mis pasos», me digo.

Quisiera, que mi cerebro fuera un poco más azul, como la sinápsis mística de un monje tibetano y que pudiera pensar menos, analizar menos hacia atrás, hacia adelante.

Que mi corazón fuera menos frágil y no llorar por la muerte inevitable de un gatito ¿no se supone que con los años debo hacerme más y más fuerte? Es como si un dolor automáticamente actualizara los demás de manera acumulativa, yo sé lo que es la muerte.

Entonces, me acuerdo de lo que me dijo un hombre sobre el que alguna vez escribí: «las piedras son seres vivos,  tienen edad, su propia personalidad y su propia historia. Cada una cuenta si alguna vez estuvo en un camino, si pasó mucho tiempo enterrada o bailando bajo el agua.» No son inmutables, tampoco.

Después de cualquier muerte hay que enterrar lo que fue vida para que pueda sobrevivir.

Muerte-vida-muerte-vida… a menudo se trata repetir ciertos errores o salir de ellos como si fueran un espiral.

«Quizá ese gatito, lo único que necesitaba era ser amado y aceptado para cumplir su misión. Tienes una capacidad enorme de amar. Hay que respetar los ciclos de todos los seres, es una lección de desapego», me dice mi mamá. Toda la tristeza de la vida humana la producen las palabras, pero toda la alegría también.

La novedad termina siendo algo que me moviliza… ¿a dónde? a ser feliz, supongo. Uno se la pasa diciendo que «ya nunca será lo mismo»… pero es que nunca lo fue. Así que la felicidad se me aparece como un esfuerzo, hay que lucharsela a brazo partido.

Elijo un día: HOY.

Es todo lo que puedo decir.

[Feliz cumpleaños a mí]

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27 Mayos. 27 saltitos en pijama al sol, para la buena vida, para girar y girar para que el mareo final, nos acoja con los sueños intactos.

 

4 comentarios

  1. Hola, quizás este post de la página elcaminorubi.com para que quizás te sientas acompañada y aliviada: http://www.elcaminorubi.com/el-blog/empoderate-tu-yo-me-quedo-aqui-llorando/#comment-36794

    Te dejo parte de la publicación de Erika Irusta creadora de la página:

    No quiero sonreír siempre. No. Seré una melancólica lacónica de mierda toda la vida, pero porque yo lo he elegido. El otro día, entre cervezas que se calientan al de 5 minutos (eso pasa en Sevilla), Bárbara y yo hablábamos de lo que nos dolía tener que buscar la felicidad siempre, a toda costa. Y que esa felicidad se relacionase siempre con la sonrisa de la panza llena, en lugar de ubicarla en la nostalgia feliz (que también conocen lxs nipones). Yo no quiero ser feliz todo el rato. O no quiero serlo así. Me abruma tanta búsqueda del bienestar, mientras en la búsqueda, me voy privando de la miel de mis heridas. A veces, muchas, estoy rota y no deseo recomponerme. Y no por vaga ni por maleante, sino por el placer de vivirme así, rota, destartalada, surcada de descosidos ¿Por qué lanzarnos constantemente a zurcirnos las costuras? ¿Por qué no permitir que la brisa y el salitre nos ablanden las heridas para que puedan sangrar a su antojo? ¿Qué les pasa a los demás con el dolor ajeno? ¿Quizás invoca al propio y por ello nos piden, nos ruegan, nos suplican, nos fuerzan a hacernos un torniquete a la altura de la carótida?

    (…)

    No. Yo no voy a buscar la felicidad en las latas de refrescos. De hecho voy a dejar de suplicarme ser más ligera, más feliz, más optimista. Voy a prender fuego a las consejeras de la ilusión y el positivismo. Soy una pesimista simpática, una nostálgica risueña, una cínica tierna, una domadora de silencios. No necesito empoderarme para levantarme por la mañana, porque a veces toca no levantarse, a veces no es mañana, a veces es nunca, a veces es la noche ‘más oscura del alma’ y no amenece en 10 días, 1 mes o 3 años. Y ¿qué? Que esto se llama depresión, se llama volatilidad, se llama locura, se llama enfermedad. Pero tragar mierda diligentemente con sonrisa de boba, se llama felicidad, se llama equilibrio, se llama bienestar

    Hermosa tu página, gracias.
    Saludos

  2. Me encanto este comentario. Cosas así me dan calorcito en el alma ¡Un abrazo grande!

  3. «¿no se supone que con los años debo hacerme más y más fuerte? Es como si un dolor automáticamente actualizara los demás de manera acumulativa, yo sé lo que es la muerte.»

    Asi es. Tal cual, y por esta extraña capacidad de re-sentir los dolores acumulados, de cosas que pasaron tiempo atrás, es que muchos de nosotros nos vamos haciendo mas sensibles con los años, cada vez tenemos la piel mas delgadita, o nos vamos quedando como «sin piel» y salimos a la calle en «carne viva»… no es fácil vivir cuando se tiene alma de Artista. No, no todos nos vamos haciendo mas fuertes con los años…

    Pero los mas «duros» nunca sentirán en los huesos el amor, la ternura, el asombro, y todas esas emociones y sentimientos que nosotros SI podemos sentir de esa manera. Y asi tenemos que vivir, es nuestro lastre y bendición. Hay que aceptarnos como somos, sanar y dejar salir, y dejar fluir todo ese sentir.

    Y una vez más: tenernos mucha paciencia y amor, mucha compasión, recordando que ya estuvimos ahí y que también pasó, y salimos a flote, una y otra vez. Y recordar que quizás el próximo adiós volverá a revivir este momento de dolor, así como el anterior, y el otro y el otro, hasta el primero,
    y el que hubo antes del primero también.