Kilómetros de montaña. Guatapé, Antioquia

Carta N° 2 Decisiones: Lo que no te hace feliz hoy, no te hará feliz mañana

Medellín, 21 de Junio de 2017

Hola Aniko, feliz solsticio.

Alguna vez leí que cada vez que tengamos que tomar decisiones o elegir un camino debemos preguntarnos: «¿Tiene corazón este camino? porque ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida.»

Empezaré por decirte que me genera una curiosidad enorme que hayas tenido una astróloga de cabecera alguna vez en tu vida. Siempre he querido encontrar a alguien que me diga algo sobre cómo trazar mi destino o el significado de las líneas de mi mano. Que me de una luz, una señal (Soy de las que se la pasa pidiendo señales al universo) o al menos; que me describa un hecho que algún día me haga mirar retrospectivamente y decir «¡Ajá, esto fue lo que el oráculo me dijo!».

Así podría anticipar al menos, una pequeña cosa en esta vida, como si pudiera tener el mapa del tesoro… pero no hay mapa.

Imagina que al menos por una vez en la vida pudiéramos tener acceso a una simple respuesta de «sí o no» a cualquier pregunta que tuviéramos. Preguntas tontas, circunstanciales tipo ¿Me conviene ir allá? o preguntas más trascendentales tipo “¿Vale la pena que siga estudiando esta carrera? o, preguntas más The Clash ¿Será que me voy o me quedo?

A veces, me gustaría que existieran maneras de ir dictaminado o anticipándome ciertos caminos, sin tan niebla por delante. Creo que no hay nada más simbólico sobre la vida misma que la niebla, nunca se disipa. A veces hay unos pequeños destellos de intuición que te permiten prever ciertas cosas pero en seguida se esfuman, como espejismos.

Mirar hacia arriba en Medellín instagram.com/carolinachavate

Para mí, la vida ha sido una eterna ambivalencia entre lo que decido impulsivamente y lo que no decido, por la parálisis que me genera la valoración excesiva.

Todo es una decisión. Tooodo es una p%#@ decisión; hoy por ejemplo ¿cuántas decisiones has tomado?

Yo, a esta hora del día en la que todavía queda un largo rato de sol, he tomado decisiones desde que abrí los ojos: Darme permiso de cinco minutitos más en el despertador, ¿comerme una fruta antes de meterme a la ducha o desayunar en el aeropuerto? «No, mejor antes porque así hago no aguanto hambre y desayuno bien en el aeropuerto», «¿Me lavo el pelo o no me lo lavo? Me toma más tiempo, diosss qué tarde, ay qué frío»,»No voy a tener tiempo de ir a la reunión de mañana ¿y si cambio esto y mejor hago lo otro?», «mmm qué rico comer esto, uy no, pero me cae pesado»

Y así nos la pasamos cada segundo de la vida.

Si me lo pienso bien, pocas veces en la vida he pronunciado con convicción política las palabras “He tomado la rotunda decisión de…» . Soy más bien de ir fluyendo y saltar a último minuto. Bien porque me dio un arranque espontáneo o bien, porque le di cien vueltas al asunto igual que un perro a un árbol.

Sin embargo, son esas pocas veces -en las que me he sentido completamente decida- las que me han demostrado que cuando me propongo algo, soy capaz de ir por ello y remar hasta el final. Luego ese antecedente de mi Yo decidida, lo utilizo a mi favor para lavarme el cerebro en momentos de flaqueza y decirme: «si fuiste capaz de hacer aquello, con esto también vas a poder.»

Y es que cuando decido siempre me quedo pensando en el montón de cosas que pierdo y no, en las que gano. Por ejemplo: si me voy de viaje, ya no tendré un hogar lindo. Si me enamoro, ya no seré libre. Si acepto este trabajo, ya no tendré tiempo para…; si voy allí, ya no podré ir allá.

Es decir, sufro de aquella enfermedad en la que siempre creo que el césped está más verde del otro lado (the grass is always greener on the other side of the fence). Entonces, en cuanto comienzo regar con agua lo que elijo; dejo el proceso a medias, salgo corriendo para asomarme a curiosear lo que hay del otro lado y empiezo a saltar diciendo «yo quiero eso, yo quiero eso y lo quiero ya».

Al final ni sé cual es la clase de suelo que estoy buscando alimentar para invitar a mis tímidas raíces a salir algún día.

A lo mejor es una especie de Síndrome de Peter Pan o de miedo al compromiso. Aunque una de las cosas lindas que he logrado de un tiempo para acá -desde que decidí renunciar al Derecho y dedicarme a descubrir lo que realmente quiero ser y hacer- me he vuelto un poco más disciplinada y bastante autodidacta.

Supongo que eso tendría que hacerme alguien un poquito decidida ¿no?… la verdad es que me pasa como a vos, soy tan indecisa que no sé cuántas veces mis amigos me han dicho ya «Caro, si no decidís, la vida decide por vos.»

De mi #LibretaLittlewoman instagram.com/carolinachavate/

Nunca experimenté tanto el peso de las decisiones como cuando me fui 11 meses sola de viaje y sin tiquete de regreso.

El monólogo interno era tan intenso y constante que despertó en mí una ansiedad que me sigue cobrando cuota. Nadie te lo dice, ¿no? son cosas tan íntimas, que solo en la soledad se te muestran. Decidir qué comer, cuánto gastar, a dónde ir, para qué ir, por qué ir, hasta cuándo, con quién sí, con quién no, dónde poner las emociones, cómo etiquetarlas, cómo administrarlas, cómo cuidar los pensamientos. Es tan agotador, tal cual tu Matryoshka de mochilas.

Ser el capitán del barco y no poder compartir el timón con nadie para resolver cosas tan básicas, te hace navegar por aguas inexploradas. Y flotar allí significa que si no decides, naufragas.

Decidí volver a mi ciudad y decidí quedarme. Cada día riego mi césped con el agua que puedo, a veces lluevo a veces goteo: «The grass is greener where you water it» . Luego me acuesto en mi césped a ver si brota alguna ramita, algún fruto; pero nada.

Así que mi respuesta a tu pregunta de si me pasa con Medellín lo que a vos con Buenos Aires, es sí. Ni con ella, ni sin ella. Yo me alejo de Medellín cada vez que puedo porque a veces siento que esta ciudad no me entiende, pero me entiende perfectamente, a su manera.

Ya los viajes nos han demostrado que lo que más hacemos en la vida es decidir. Y para aquellos seres que detestamos las bifurcaciones del camino, tal vez el quedarnos quietos no nos haga elegir menos, pero sí mejor. Elegir las semillas que queremos sembrar. No hay frutos sin raíces, tal vez haya que echar raíces de vez en cuando.

Kilómetros de papel en las montañas de Guatapé, Antioquia (Colombia) instagram.com/carolinachavate

En tu carta me preguntas cuál fue la decisión más importante que tomé en esta década. Creo que desde mis 19 años hasta hoy, mi mejor decisión ha sido ser lo que me ha dado la gana de ser y me sigo reinventado.

Fue justamente hace diez años que decidí irme a Londres por un año. Y allí me pico el bicho de los pies contentos. Desde entonces, trato de ser lo que me dan ganas de ser sin preguntarle a nadie si debería o no. Creo que hacerse adicto a la aprobación de los demás es más peligroso y está más presente en nuestra vidas de lo que admitimos.

Me he inventado muchas vidas, que me han llevado a personas, experiencia, estudios y trabajos que me han dejado un legado. Escribo y me he inventado tres blogs distintos (ni sé para qué), he viajado y vivido en tres países distintos a Colombia por largo rato. Decidí aprender Yoga, aprender sobre escritura y compartir lo que me apasiona. Creo que la decisión más importante que he tomado es una decisión que sigo tomando cada día: tratar de ser feliz.

Me preguntas cuál es la decisión que no me animo a tomar y uffff hasta me cuesta nombrarlo. Será tal vez sentar cabeza jajaja comprometerme con un amor, con un solo oficio y con un lugar. Me aterra la idea de los arrepentimientos, de someternos a circunstancias en las que ya no haya vuelta atrás. Me da miedo no ser libre porque ser libre es lo que le da sentido a mi mundo. Es decir, me da miedo tener una vida en la que -por algún motivo- ya no pueda elegir.

Entonces me pregunto ¿será que la indecisión y el caos son mi estado natural? no sé si me gusta esa idea.

Creo que la mayoría de veces, no decidimos porque nos negamos a aprender ciertas lecciones. Porque nos negamos a experimentar una consecuencia nueva. A lo mejor eso es algo que tenemos que asimilar de nuestros ancestros, como tus abuelos migrantes: esa valentía nómada para volver a empezar; inaugurando nuevas causas y nuevas consecuencias allí donde sentían que había algo para ellos.

En Colombia decimos que todos los errores se pagan con plata, y que entre más joven te equivoques, mejor. Eso de la edad es un mito, y me cuestiona llegar a una edad en la que por alguna razón equivocarse parece una tragedia y no, parte del proceso.

¿Será que equivocarse en otra cosa es avanzar? o ¿será mejor volverse un experto de los mismos errores para tener autoridad en el tema? ¿Irse o quedarse? ¿Cuál es el camino con corazón? Supongo que es el que te haga feliz. El que sea más fiel con tu propósito ¿Y qué pasa si elegimos un camino y luego ya no hay corazón en él?

En algo si estoy bastante decidida y es en preguntarme siempre, siempre «¿qué puedo aprender de todo esto?» Esa pregunta es como un comodín, como un chaleco antibalas que me salva de creer que he fracasado. Es mejor así, entregarse a lo que es y no a lo que puede resultar o a lo que no es. Al fin y al cabo,  lo que no te hace feliz hoy, no te hará feliz mañana.

De mi #LibretaAmarilloPollito instagram.com/carolinachavate

«Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. 
¿Tiene corazón este camino?» 

«Las enseñanzas de Don Juan» de Carlos Castaneda (1968)

NOTA: *Este texto hace parte de la serie «Cartas desde el otro lado del mundo» que intercambio a distancia con Aniko Villalba. En esta ocasión mi carta es una respuesta a otra que ella me escribió. Los invito a leerla haciendo click aquí: Tomar decisiones nunca fue lo mío  

 

PREGUNTA A LOS LECTORES: ¿Cuál es la decisión más importante que han tomado en la vida? Me gustaría leer sus historias.

¡Ah y como siempre les dejo banda sonora: https://www.youtube.com/watch?v=QI-m8z6Ibws!

6 comentarios

  1. Hola!
    No sé si llorar de emoción o reirme de tristeza al verme tan reflejada en tu carta! 🙂
    En conclusión a mis multiples pensamientos es que: «La vida debe y tiene que ser explorada a cabalidad, no hay tragedias ni fracasos sino procesos y caminos, nuestra tarea encontrarnos y ser feliz»

  2. Hola, me encantó esta carta-respuesta. Yo también soy indecisa por naturaleza; pero confio en lo que dices: «lo que no te hace feliz hoy, no te hará feliz mañana»,esa frase la veo impresa en las experiencias de una mayoría de personas que conozco. Aún no se cuál de todas mis decisiones se podría considerar como la más importante que he tomado en estos 19 años; depronto es que en el fondo quiero seguir esperando para llegar al punto en que tenga que tomar una decisión que pueda ser considerada la más importante. De todas formas, creo que cada pequeña decisión que tomamos día a día traza nuestro camino dibujándolo más borroso o más claro.

  3. Yo también creo que las decisiones cotidianas son enormes… al fin y al cabo, la vida diaria es el escenario donde ocurre todo;la magia y el caos.

  4. Me siento n identificada con ustedes, que las admiro por la verraquera. Decisiones importantes en mi vida han sido muchas, que se encierran en una sola: tratar de no perder mi libertad, buscar momentos en los que me sienta bien, tranquila, plena, desde irme a vivir sola como volver a casa de mis padres para poder ahorrar para poder disfrutarme la vida y sentir que no se me escapa detrás de un escritorio.